27 de abril de 2008

Un domingo en la Feria del Libro

Esta mañana me pasé por los Viveros para mi cita anual con mi "no me gusta nada" habitual en la Feria del Libro. No es que esté mal, pero rara vez encuentro lo que busco, aunque siempre acabe cayendo algo. Este año no, porque entre que está la cosa malita, y que el par de libros que quería comprar no los iba a poder disfrutar leyéndolos en la cama, al sol o en la terraza al final los he adquirido en edición PDF. Prometo que en cuanto tenga pasta el karma rectificará la situación en beneficio de las acaudaladas multinacionales a las que tanto he dañado.

Es posible que alguien se esté preguntando por qué vuelvo todos los años si nunca me acaba de convencer. Hay varios motivos, supongo. Primero, porque aunque no vaya todos los años, es una cuasi-tradición. Recuerdo con cariño (aunque quizá él no tanto) cuando casi arruino a mi padre comprando varias decenas de Leo leo. Segundo, por la compañía. Siempre hay buena compañía dispuesta a chafardear un poco entre los puestos. Y aunque este año al final he ido solo, había un buen motivo adicional para ir. Una pequeña charla sobre Ángel González, poeta que desconocía hasta que el día de su muerte alguien puso unos poemas suyos a modo de recordatorio en un foro que frecuento. Y a modo de recordatorio de este domingo, y del poeta, dejo unos versos...

PARA QUE YO ME LLAME ÁNGEL GONZÁLEZ

Para que yo me llame Ángel González,
para que mi ser pese sobre el suelo,
fue necesario un ancho espacio
y un largo tiempo:
hombres de todo el mar y toda tierra,
fértiles vientres de mujer, y cuerpos
y más cuerpos, fundiéndose incesantes
en otro cuerpo nuevo.
Solsticios y equinoccios alumbraron
con su cambiante luz, su vario cielo,
el viaje milenario de mi carne
trepando por los siglos y los huesos.
De su pasaje lento y doloroso
de su huida hasta el fin, sobreviviendo
naufragios, aferrándose
al último suspiro de los muertos,
yo no soy más que el resultado, el fruto,
lo que queda, podrido, entre los restos;
esto que veis aquí,
tan sólo esto:
un escombro tenaz, que se resiste
a su ruina, que lucha contra el viento,
que avanza por caminos que no llevan
a ningún sitio. El éxito
de todos los fracasos. La enloquecida
fuerza del desaliento...


TODO AMOR ES EFÍMERO

Ninguna era tan bella como tú
durante aquel fugaz momento en que te amaba:
mi vida entera.

Mucho más Ángel González aquí

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